Todos estamos familiarizados con los síntomas de la COVID, y si perdemos el olfato y el gusto sabemos que es una señal de alarma. Pero puede que haya más:
Todos estamos familiarizados con los síntomas de la COVID, y si perdemos el olfato y el gusto sabemos que es una señal de alarma. Pero puede que haya más:
En esa época pre COVID-19, que a veces nos cuesta incluso recordar, estos síntomas serían propios de personas mayores, ingresadas por otros motivos. Pero, ahora, los pacientes que presentan estos síntomas son 10 años más jóvenes de lo habitual.
De hecho, los especialistas que han tratado a pacientes COVID-19 en los últimos meses han destacado la elevada presencia de desnutrición y disfagia en muchos de ellos. Así pues, la disfagia puede ser un indicador de un posible caso covid.
Es un trastorno que conlleva dificultades para tragar. Es decir, dificulta trasladar de manera segura y eficaz el alimento desde la boca hasta el esófago. Recientemente, la pérdida del olfato y del gusto han sido reconocidas por la OMS como síntomas asociados a la COVID-19. Esto se debe a que el virus coloniza las células nerviosas de la nariz y la garganta.
Pero con esta afirmación, parece razonable pensar que el virus también afecte a la sensibilidad faríngea, causando la disfagia. La insuficiencia respiratoria causada por el virus reduce las posibilidades de poder tragar sin atragantarse.
Dr. Pere Clavé, directos de Investigación del Hospital de Mataró
La importancia y la gravedad de esta situación ha llevado al Hospital de Mataró a promover un estudio para buscar la disfagia en más de 200 pacientes post COVID-19, con un seguimiento de 6 meses. Con este estudio está colaborando Danone Speliazed Nutrition que, con su programa NutriCOVer, apoya iniciativas de investigación clínica liderada por profesionales médicos independientes.
De este modo, se podrán realizar unas guías médicas relacionadas con el cuidado nutricional para pacientes COVID-19, generando a su vez evidencia científica a nivel local de la disfagia.
Con los resultados que se obtengan, se quiere lograr cambiar la actitud diagnóstica y terapéutica. Pasar de la actual actitud reactiva frente a la desnutrición a una actitud proactiva, que intervenga más precozmente para evitar que se produzcan estas complicaciones. Este es el principal desafío: intervenir para prevenir.